FIVE FINGER DEATH PUNCH – AfterLife (Album Review)

 

Por Josias

Todos los días llueven críticas incesantes sobre Five Finger Death Punch, pero la gran ala de opositores conservadores del metal no podrá detener al quinteto de Las Vegas, ahora con un poder establecido y dominante en el Rock contemporáneo. Números asombrosos en plataformas de transmisión, giras cada vez más gigantescas como cabezas de cartel (hace un par de años tenían a Megadeth como banda telonera), merchandising en pleno apogeo, excelentes rankings y una rotación masiva de singles en la radio. En definitiva, hablamos de una marca corporativa en toda regla que no tiene intención de frenar sus cartas.

Sin embargo, sería una injusticia reducir todo el asunto a una mera charla de marketing porque Five Finger Death Punch, a pesar de los innumerables defectos, llegaron a lo más alto partiendo de cero y con el tiempo forjaron un sonido reconocible en el primer momento que -les guste o no- representa una de las expresiones más conocidas del Metal moderno: groove a borbotones, hermoso Riffs masivos de metal alternativo, una sección rítmica igualmente con cuerpo y un timbre vocal astuto que se divide entre el binomio grito/gruñido y estribillo con aperturas melódicas creadas específicamente para la dimensión en vivo.

El impacto crudo y «en tu cara» de los primeros días, es solo un recuerdo lejano y en el último álbum «F8» vimos a los cinco reiterar su vocación por un metal de estadio, que apunta a la corriente del metal alternativo principal estadounidense, siempre orientado a la radio gracias a sus singles musculares. De tales premisas cabría esperar un nuevo álbum de nombre “AfterLife” que deja entrever algunas ideas nuevas que ayudan a despejar un guión por lo demás obvio y muy predecible. Seamos claros, la fórmula no está desvirtuada, pero el nivel lirico está lejos de conformar un concepto en sentido estricto, esbozan historias interconectadas vinculadas a la elaboración del más allá, término que simboliza aquí el reinicio metafórico pospandemia y las experiencias cercanas a la muerte vividos por Moody y Bathory, utilizado para discutir temas existenciales (vida/muerte, las influencias de la religión, el propio código moral, etc.) con un significado más espiritual.

¿Los chicos malos se han convertido en filósofos? No exageremos, basta con mirar la portada y enseguida estás de vuelta con los pies en el suelo. La mascota Knucklehead nos da la bienvenida con la dosis justa de grosería, tirándonos el opening “Welcome to the Circus”, una canción al estilo clásico 5FDP, lleno de mucho groove y testosterona con ritmos dopados por la megaproducción de Kevin Churko, y un Moody cargado con perdigones para producir el primer estribillo ganador del disco, tal y como lo esperábamo.

El tema principal “Afterlife” , al rechazar una permanencia terrenal obsesionada con el concepto de paraíso, lo hace aún mejor al esculpir un himno del metal alternativo acompañado de otro gigantesco estribillo que será cantado por una multitud en éxtasis con mecheros (perdón, smartphones) elevados al cielo. El novato Andy James, el talentoso guitarrista de YouTube llamado a reemplazar a Jason Hook, ofrece aquí una primera muestra de su técnica en solitario basada en solos efectivos y consejos que ennoblecen el tejido rítmico competitivo de la mente maestra Zoltan Bathory.

 “The Times Like These” es una radio balada, completa con beats electrónicos y guitarras complacientes, cuyo video oficial demuestra la fuerza que adquiere la banda al pararse frente un escenario monstruoso. Es una caricia engañosa porque “Roll Dem Bones” -a partir del título- resulta ser un toro desbocado con una clara influencia al Slipknot rabioso.

El asalto a las listas de éxitos se convierte en una fácil victoria también gracias a potentes canciones llenas de ganchos melodicos como la rimbombante “Pick Up Behind You” o “Blood and Tar” . Por no hablar de cuando el grupo opta por la vía de medio tempo con el solemne “All I Know”, cinco minutos conducidos por la apasionada voz de Moody, varios silbidos y los dulces pellizcos en las cuerdas de las guitarras que nunca habían sido tan envolventes. O la irresistible “Thanks for Asking” , una suerte de «A Little Bit Off 2.0» donde el sector pop salpicado de electrónica y cautivadores arpegios acústicos se casa con la excelente prueba melódica del frontman y un texto para lanzar a la palestra a diablos y ángeles.

Las letras “miltonianas” también se marcan «IOU», con un metal moderno bombeado fuera de proporción en el que emerge el brillante solo del virtuoso Andy James. El último comodín para informar, con la excepción de la balada válida pero escolástica “The End”.

“Judgement Day” una apuesta “experimental” de mal sabor, que introduce beats cercanos al trap, estribillos evocadores con un fondo apocalíptico y líneas melódicas en algunos segmentos. Es por estos temas que los gruñones metaleros de la vieja escuela se desgarran las vestiduras, y entre ellos me incluyo, pues no fue de mi agrado.

«AfterLife» es un disco que te puede encantar o puedes dejarlo en la basura, pues este es un disco que separa aún más las aguas de un mar de metaleros, unos que podrían calificarlo como un disco propio y perfecto de Five Finger Death Punch, y otros que odiaran a un más a la banda por sus intrépidas y a veces desacertadas experimentaciones. Solo tú lo decidirás.

El modus operandi es el de siempre, además hay algunos retoques y una mayor atención dedicada a la parte textual; nada impactante, solo algunos detalles adicionales que hacen que quieras volver a hacer clic en el botón de reproducción. Soberbios, fanfarrones, proxenetas y comerciales, que llegan para dejarnos un álbum realizado con todo su corazón, y ya si los quieres o no, tienes que tomar en cuenta que al final varios nuevos fans se están acercando al metal  gracias a ellos y, en tiempos difíciles para la música que amamos, deberán ser bien recibidos.

Miembros de la Banda:

Ivan Moody (voz)
Zoltan Bathory (guitarra)
Andy James (guitarra, coros)
Chris Kael (bajo, coros)
Charlie Engen (batería)

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