FROZEN LAND – Out Of The Dark 🇫🇮 (Album Review)

Por Michael Prado

---

Qué peligroso es para una agrupación que se consolidó con una identidad musical muy notoria el buscar hacer algo distinto en el tiempo.  Aunque sea una simple canción que se salga de ese estándar.  Correrán el riesgo de ser vilipendiados y menospreciados por quienes decían ser sus fans, y multitud de casos hay sobre ello.  El de este momento me llama poderosamente la atención por sus distintas aristas que llevan al ojo del huracán de lo que vamos a comentar.

El mundo del Power Metal fue alegrado sobremanera cuando un 7 de diciembre del año 2018 ocurre un lanzamiento debut hecho por una banda que empezaba a dar sus pasos iniciales en el quehacer artístico.  Dicha banda lleva el nombre de FROZEN LAND, y son originarios de Finlandia.  Creo que tanto el nombre como su procedencia dejan en evidencia que nos referimos a un disco debut con mucha influencia artística recogida tras múltiples escuchas de sus coterráneos, los míticos Stratovarius.

El caso es que el disco creado por el cantante italiano Tony Meloni, el guitarrista Tuomas Hirvonen (quien también es integrante de Elfoer y Hatred), el bajista Juhana Heinonen (quien abandonó el grupo posteriormente, y su talento está ahora a las órdenes de Enragement, Re-Armed y Stobe), el tecladista Lauri Muttilainen (quien también saldría eventualmente del grupo) y el baterista Aki Kuokkanen (integrante de Neverbreak, The Addication y Torned, además de contar con un paso previo en Astralion y Humangod) fue del total agrado de un vasto sector de fans de este épico género, a tal grado que muchos aguardamos la espera de su siguiente álbum.

Mas el tiempo pasaba y no había mayores señales, salvo un par de publicaciones en Facebook, donde la banda comentaba sobre los costos de lanzar un nuevo álbum, e invitaban a los fans para apoyar un nuevo lanzamiento a través de la vía del crowdfunding, el cual, dichosamente ha sido fructífero, por lo cual la banda (integrada actualmente por Tony Meloni, Tuomas Hirvonen y Aki Kuokkanen, presentando como nuevos miembros al teclista Antti Sorsa y el bajista Aleksi Salomaa) desde el año anterior se puso las pilas en trabajar con bastante ahínco para lograr este nuevo álbum, el cual finalmente ha salido a la luz del día el 16 de junio de este 2023, bajo el nombre de “OUT OF THE DARK”, que va bastante bien el nombre si lo relacionamos con los 5 años de espera que hemos tenido de este nuevo lanzamiento.

Por cierto, retomando el primer tema de esta reseña, ¿a qué se debe ese punto?  Bueno, vamos a la parte musical del álbum, donde, si bien la banda sigue haciendo un genial Power Metal en la mayoría de sus iteraciones, ya no se ve solamente el legado de Stratovarius (de quienes la propia banda admite sin ninguna duda ser grandes fans), sino que también tenemos notoria influencia de otras agrupaciones, como el caso de Helloween en la tremenda inicial (y también primer sencillo extraído del redondo) “King’s A Bitch” (la cual nos hace sentir como si fuera parte de alguna demo perdida de los “Keeper Of The Seven Keys”), también algo que podría ser sacado de la velocidad furibunda de Dragonforce como lo vemos en la destrozacuellos “Dying Of The Light” (donde no hay refreno en los bpm que alcanza el tempo de la pieza, significando un mayor empeño por parte de los músicos -en especial el señor Aki Kuokkanen con su batería- para lograr que el resultado salga bien conjuntado), y hasta algo más modernoso (en la onda de agrupaciones como Battle Beast, Beast in Black, por señalar los casos más notorios) con la algo polémica “The Slayer”, la cual ha gustado a algunos y a otros no tanto.

Ahora, el gran punto divisorio, y que ha conseguido que el álbum para algunos ya sea un descarte completo nada más por la existencia de esa bendita canción (Dios, es que en serio, ¿descartar un disco nada más por una mísera canción?  Hay veces que no entiendo a estos “meroleros trve kvlt zeyz zeyz zeyz fron gel”).  Pues vaya riesgo el que la banda se tomó de lanzar la canción “Señorita” como punto final del disco, e inclusive, determinando que sería el segundo single del álbum, algo que nada más ha conseguido popularizar más la pieza, la cual se divorcia en gran manera del estilo habitual del grupo, siendo más afín a una tendencia sonora que podría coquetear con el estilo de Rammstein, con algo de nivel paródico visto en agrupaciones como Nanowar Of Steel, El Reno Renardo, entre otras.  Dicho detalle no ha agradado al sector más conservador de fans, dentro de los cuales inclusive me he encontrado cosas como decir que la banda “ahora hace Bad Bunny Metal”.  Yo me pregunto, ¿estos pseudo-críticos se escucharon el disco completo para asumir que nada más, reitero, POR UNA MÍSERA CANCIÓN, ya el disco es un descarte completo?  Vamos, ya me recuerdan al sector más llorón y patético de los fans (y exfans, e inclusive haters) de Mägo de Oz, quienes le tiran de todo y comentan lo peor del grandioso “Gaia II – La Voz Dormida” (2005), no más por la existencia de “La Posada de los Muertos”.  ¿Y el resto del disco?

Una pena que se dé este tipo de situaciones todavía en estos tiempos, puesto que la banda, sea como sea, ha querido aventurarse en mostrar nuevamente su talento, el cual sigue siendo de mucha calidad, algo que podemos apreciar a lo largo del resto de composiciones.  Yo lo admito, este último número del disco no me gustó en lo absoluto, y mi escucha habitual del disco concluye con “The Slayer”, pero no por eso voy a salir a pegar tales rebuznos sin sentido contra un disco que, fuera de esa canción, me parece sigue siendo fenomenal.

Sea como sea, para mí es una dicha que la banda haya vuelto a la carga tras estos años donde los hemos esperado con mucha anticipación, máxime cuando empezaron a hacerse los anuncios previos de que la banda tomaba nuevamente sus instrumentos para crear nueva música (esto en el 2021).  Ya el tiempo dirá si esto se convierte en sello de la casa, o simplemente fue una travesura con la que nos salieron en este álbum.  El caso es que, vamos, gente, pongámonos serios, y no nos pongamos en niñerías como lo sería declarar un álbum como “porquería absoluta” simplemente por esa travesura.